Héctor José HuykeDespués que el huracán Inocente azotara la isla
el 18 de septiembre de 1999, la compañía Océano, presidida por el Ingeniero A, fue contratada para ayudar a limpiar la ciudad de Vega Altísima. El gobierno de la ciudad contrató también a otro ingeniero, el
Ingeniero B, para supervisar todos los trabajos de limpieza y reconstrucción en Vega Altísima.
El Ingeniero A consideraba que el municipio pagaba muy poco por el servicio especializado de rehabilitar
espacios públicos y remoción de escombros. Por otro lado, según el Ingeniero A, en las subastas para estos trabajos, todas las compañías tienden a cotizar por debajo de lo apropiado con el fin de ganar los
contratos. Si no cotizan por lo bajo, simplemente pierden. Y en estos días hay poco trabajo. Por lo tanto, en los días de cobro, el Ingeniero A decidió someter facturas por ocho o nueve equipos de trabajo de
limpieza por cada tres o cuatro equipos que en realidad enviaba a trabajar a la ciudad. De esa forma él se aseguraba un margen de ganancia que consideraba justo.
¿Estaría justificado el Ingeniero A al
facturar por ocho o nueve equipos de trabajo cuando en realidad enviaba tres o cuatro a hacer el trabajo? ¿Por qué sí? ¿O por qué no?
Pero la historia de Vega Altísima no termina ahí. El
Ingeniero A supuestamente usaba parte del dinero que recibía por sus servicios para pagarle una comisión al alcalde de Vega Altísima. Esto podría tener sentido ya que el mal pagado alcalde estaría ganando algo por
permitirle a la compañía Océano
cobrar por más horas y trabajo del que en realidad hacía. Por otro lado, el alcalde debería entender bien que el Ingeniero A tenía que inflar un poco la cantidad de trabajo que rendía (con tal de que el pueblo quedase satisfecho, por supuesto). De no ser así, no valdría la pena entrar en ese tipo de negocio. También la alcaldía estaría ayudando a una empresa local y netamente puertorriqueña.
¿Estarían justificados el alcalde y el Ingeniero A a entrar en este acuerdo de beneficio mutuo? ¿Por qué sí? ¿O por qué no?